jueves, 18 de mayo de 2017

Obras Maestras de Budapest. Del Renacimiento a las vanguardias.


A punto finalizar (el 28 de mayo próximo) la exposición, con ocho salas que abarcan el estado del arte desde el Renacimiento italiano y alemán hasta el modernismo y primeras vanguardias de del siglo XX. Obras traídas del Museo de Bellas Artes (temporalmente cerrado por reformas) y la Galería Nacional de Hungría.

Primera y Segunda Salas: dedicadas al Renacimiento alemán, italiano flamenca. Con una de las tablas más valiosas de la exposición, “Salomé con la cabeza de San Juan Bautista“  (Lucas Cranach), rememorando (según se explica) la mujer como icono de poder y sensualidad. Motivos, el de la mujer, que irán apareciendo en el recorrido de la exposición (penúltima sala), dándonos a conocer distintas facetas de las lecturas y plasmaciones artísticas del ese poder femenino a lo largo de los tiempos.  Hay una tablita combada de belleza sublime, “Virgen con el Niño y San Juanito”, de delicada composición triangular, muy armónica en cuanto a la configuración de los personajes moviéndose con toda naturalidad.

Se pasa después por el Barroco holandés, español (con obras de Murillo, Velázquez y Zurbarán, entre otras ) e italiano. Pinturas narrativas que reflejan las características de esta época: alegórica, mitológica, motivos bíblicos. Un buen ejemplo es en el “San Juan Evangelista” de A. Van Dyck. También cuelgan 3 Goyas en la sala dedicada al XII español. Es interesante la similitud entre el “Retrato de Manuela Camas y de las Heras” (mujer de Ceán Bermúdez, de cuya vida nos pudimos enterar gracias a la Biblioteca Nacional el año pasado) con la “Duquesa de Chinchón”. Frente al desamparo de esta última, la fortaleza que desprende la primera.  La monumentalidad de “Betsabé en el baño” no nos deja indiferentes, como tampoco la suntuosidad de la obra casi cortesana. Cuelga un Belloto, curioso por los reflejos estáticos de los edificios del canal en el agua, que son exactamente simétricos a los edificios reales que reflecta. Muy bello es el “Ecce Homo” de Mateo Cerezoque reposa en la pared, sin dolor, pensativo, cansado simplemente, nada le duele, nada le espanta, su cuerpo reluce y brilla, su cara no.

El penúltimo espacio está dedicado a la Nueva Imagen de la mujer. La mujer es protagonista de esta parada, concebida con distintas perspectivas, inmersa en el sueño de una noche de verano shakesperiano, entre centauros de Böcklin o con ejemplos como “Mujer con abanico” (Manet) sorprenden por si gigantismo. Una mano desproporcionada resalta en el conjunto blanco de la imagen. Una cabeza, en cambio, diminuta se atisba. La emotiva “Verónica” (vera icona) de un inconfundible Kokoschka nos cuenta el sufrimiento de las madres que despidieron a sus hijos a la guerra y que nunca verán volver, una Verónica que se hunde en el velo. También digna la intrigante “Primavera” de una femme fatale que esconde algo y provoca con mirada amenazadora y una medio sonrisa peligrosa, así es como nos la quieren explicar.

Última Sala: Un “Paisaje de invierno con cerca” (Sándor Ziffer) con claras reminiscencias fauvistas llama la atención por su colorido. También un escorzo brutal en su composición (. Por su parte, la nueva interpretación de la pareja de “La nueva Eva” y “El nuevo Adán” (Sándor Burtnyk) nos transportan amablemente al estilismo Bauhaus. El forzado escorzo, contorsionado, del “Desnudo femenino” (Dezso Orban) atrae desde que se entra en la sala. Trazos cortos y definición de contornos en negro a modo de dibujo dan mayor fuerza al cuerpo, cuya postura es de muelle, encuadrándolo, como queriéndolo señalar, atisba los inicios de un tímido cubismo). Se entremezclan estos cuadros con los deliciosos y serenos “Ciruelos en flor” (Manet), o la contundente factura de Cézanne en un budegón, que comparte pared con “Los cerdos negros” de Gauguin. Muy modernista es el gran formato “Riachuelo II” (Karoly Ferenczy), de rosas pálidos y sosegado murmullo del agua que llega desde la esquina izquierda perdiéndose en lontananza. La pareja de “El nuevo Adán” y la “Nueva Eva” nos muestran las posibilidades de las líneas Bauhaus (su autor: profesor en ella). Planos dispuestos de tal manera que construyen una arquitectura. En el medio, el icono del Adán moderno: un puro autómata subido a una caja de manivela que se deja dar cuerda.

La conmemoración del 25 aniversario de la fundación del museo se celebra con una muestra ambiciosa por la cantidad de épocas que quiere abarcar, con obras muy importantes. Siendo la intención, desde luego, didáctica quizás camina demasiado deprisa, pudiendo llegar a emborrachar al visitante con tanta y tan diversa cantidad de obras que abarcan muchos siglos de nuestra existencia.

jueves, 11 de mayo de 2017

Guardiamarinas (1717-2017). Trescientos años de la Real Compañía




El Museo Naval de Madrid (Paseo del Prado, 5) nos ofrece una propuesta expositiva (gratuita) que casi está pasando desapercibida por el público en general. Se trata de la exposición “Guardiamarinas (1717-2017). 300 años,  de la Real Compañía, a la Escuela Naval . Permanecerá abierta hasta el 29 de octubre de 2017.

En la época en la que España rechazaba las interpretaciones heliocéntricas de Copérnico porque se oponían al pensamiento religioso inquisitorial, por su parte Europa se transformaba de medieval en moderna. En concreto, Francia e Inglaterra desarrollaban un saber científico sin parangón, que también llegó al mundo naval, mediante el progreso de los instrumentos de navegación científica y la aplicación de técnicas de ingeniería y astronomía a este sector del conocimiento.

Con la llegada de los borbones a nuestro país el panorama cambiaría. Felipe V entendió la necesidad de crear una institución que educara a los marinos en el “arte de navegar” (más que en el “arte de marear”, como hasta entonces se instruía en las escuelas navales de la época). Creó (en 1.717) la Real Compañía de Caballeros Guardiamarinas, basada en Cádiz y elaboró un amplio programa que les formara no sólo desde un punto de vista marítimo y de estrategia militar (es decir, el adiestramiento de guerra), sino que abarcara una intensa formación científica dando estudios de cartografía, meteorología, geodesia, astronomía e ingeniería a los oficiales que, tras pasar las pruebas pertinentes, lograban ingresar en la Real Compañía de Guardiamarinas (hoy en día Escuela Naval Militar). La idea era un plan de estudios tanto teórico (lo primero que se debía superar, durante dos semestres) como práctico (éste se iniciaba una vez terminada con éxito la fase anterior).

La escuela tuvo sus épocas de mayor y menor esplendor y los lugares en los que la escuela se ubicaba también iban cambiando con el devenir de los años (Isla de León, Departamentos en Ferrol, Cartagena que dependían del de Cádiz, etc.). También se fueron integrando distintos cuerpos dentro de ella (el de infantería de Marina, Artillería de Marina, Ingenieros de la Armada, entre otros).
En los albores del siglo XIX, con una España derrotada en Trafalgar, con guerras de independencia en América a las que el reino tenía que dar respuesta y la guerra contra Francia en 1808, dejaron un país diezmado. Esta crisis también afectó a la institución naval. Había que dar un nuevo sentido y un cambio profundo a la organización a aquélla (los cursos se ejecutaban en buques escuela, se ampliaron las escuelas de enseñanza en distintos puntos estratégicos de España). En 1913 se inauguró la Escuela Naval de San Fernando de Cádiz junto con la de Cartagena, dando servicio en los años de la Guerra Civil española, si bien en este periodo fue escasa su actividad, convocándose pocas plazas para nuevos ingresos.

Los Guardiamarinas tienen toda una historia que contar….. y es interesante. Para los niños también puede serlo. Entre uniformes, maquetas videos monedas se divertirán en una exposición (cinco espacios) cuidada y curiosa. ¡Llevadles!!