martes, 16 de enero de 2018

"Yonquis 4.0" programados




Es alarmante. Mientras en diciembre del año pasado nos reponíamos y los intentos regulatorios para su eliminación, mientras leemos la escalofriante admisión de Apple sobre la posible obsolescencia de los i-phones para forzar la compra de nuevos modelos (aunque la historieta viene, de hecho, desde tiempos lejanos cuando se alzaban las primeras voces sobre la caducidad programada de neveras, lavadoras, medias de mujer o bombillas de escasos encendidos, nos desayunábamos estos días pasados con dos noticias que preocupan:

Las redes sociales confiesan que utilizan “ganchos” para mantener a los usuarios permanentemente conectados a las redes sociales y a internet (para “explotar la vulnerabilidad psicológica humana”) algo que todos presumíamos pero que hasta ahora no se había destapado tan fervientemente (Sean Parker, ex presidente de Facebook, entre otros muchos que ya se sumaron hace un par de años a esta corriente) ni, mucho menos, declarado públicamente. Si ya se nos hace, como adultos, difícil centrarnos (“the ability to focus”) mientras trabajamos o estudiamos o elaboramos un informe (la tasa de productividad de las empresas ha decrecido, precisamente, por este mismo motivo, para lo que se han introducido en muchas de ellas técnicas mindfulness de concentración dirigidas para aumentar la concentración de los trabajadores), qué tan devastador será la conexión constante para personas en riesgo de exclusión, con baja autoestima, niños y adolescentes nativos digitales (advierte la FAD repetidamente). Nos podemos encontrar con ejemplos aterradores, niños empantallados viviendo mundos virtuales, que no distinguen realidad de ficción, con déficit de atención y –como apunta el artículo- dependientes o con síndrome de abstinencia cuando tienen que enfrentarse a periodos de lo que se denomina desintoxicación digital.

Recompensas variables, colores llamativos, estímulos permanentes, vibración constante anunciando nuevas entradas o actualizaciones, el síndrome del plato sin fondo, Instagram puede llegar a esconder los ‘likes’ que verdaderamente tienes si no has consultado recientemente la app para provocarte. Da miedo, verdaderamente. En particular, los smartphones nos han hecho más ansiosos, vulnerables, nuestra capacidad de memorizar ha decrecido, también nuestra creatividad y el tiempo que dedicamos a estar en familia o con nuestros hijos. Hasta 5 horas se pueden pasar los usuarios norteamericanos de smartphones consultando sus dispositivos. La triste tendencia de las madres en Canadá, parece, es consultar el móvil, insta, facebook y dar ‘likes’ mientras se amamanta a los bebés.

Es para pensarse darse de baja en todas las app y, casi, volver al móvil digital. Algo menos drástico es educar a las nuevas generaciones (a contracorriente, claro) en las bondades del sistema con un control férreo sobre ellos en cuanto a tiempos de uso, accesos permitidos y prohibidos, etc. France plans to ban mobile phones from primary and secondary schools, including between classes and during lunch breaks. "We must come up with a way of protecting pupils from loss of concentration via screens and phones," said French education minister Jean-Michel Blanquer”. Hay que empezar a regular sin tantos claroscuros las fronteras que no se deberían sobrepasar. Nuestro cerebro, a día de hoy, no está preparado para absorber la información que vomita el rápido mundo digital. Nos centramos en lo que no nos cuesta (información más superficial) y descartamos lo importante (porque al cerebro le cuesta más trabajo y es perezoso).

Y ya para tener el big picture completito, hablemos de la parte psicológica: tanta conexión fomenta nuestra incapacidad para estar solos. Y la soledad es necesaria porque nos lleva a contactar con nuestra forma más esencial de nosotros mismos y nuestra única verdad de lo que somos. Si ya nos cuesta (porque rechazamos la soledad y siempre hemos de estar acompañados), más aún teniendo una excusa: la conexión a redes, móviles, etc. Y es de enorme importancia quedarse con uno en soledad, pues es el único escenario en el que nos enfrentaremos a nuestra historia emocional. La soledad y el silencio de cada uno es la que nos hace únicos porque allí residen nuestras fragilidades, dudas, carencias e inseguridades y, con un buen trabajo, saldremos reconocidos y aprenderemos a amarnos. Si desde niños hemos ido experimentando las separaciones con la figura de la madre y la del padre, estar solos no será un problema, será la solución, y quizás nos reforzará para enfrentarnos a un mundo más desenchufado.